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Ganar no importa, lo que importa es la experiencia. Fue bien emocionante

LYNETTE GIL FONSECA / lgil@elnuevodia.com

Sus labios se mueven, pero él apenas es capaz de escuchar su voz. Rara vez se escapa un sonido de su garganta y articula una que otra palabra. La mayor parte del tiempo son sus manos las que hablan un lenguaje que no muchos comprenden, como un código secreto entre amigos.

Precisamente ese empeño por comunicarse hace que Ricardo Mercader Sabino, presidente de la asociación Deportes de Sordos de Puerto Rico, incorporada en el Departamento de Estado, luche contra la barrera que representa para él y para todos a su alrededor la falta de audición.

Ricardo se comunica a través del lenguaje de señas y aunque una persona no lo conozca, los gestos y su forma de expresar frustración, alegría, tristeza, orgullo y nerviosismo se manifiestan en su persona y afloran en su gestualidad, dejándonos saber qué está sintiendo en todo momento. Es la humanidad la que nos mantiene conectados en maneras que todavía la ciencia no ha logrado explicar claramente.

Sin embargo, Ricardo no permite que esta “barrera” se interponga en su camino. Las palabras “yo puedo” nunca abandonan su lenguaje, que llega a través de señas aprendidas y repetidas durante toda su vida y puestas en libertad de su prisión silenciosa por una intérprete que las traduce para que el mundo pueda comprenderlas.

Pero Ricardo tiene otra manera de comunicarse, y es el deporte, un lenguaje que la mayoría de las personas comprenden. Desde pequeño aprendió esto, pues jugaba baloncesto con su hermano y lo comprobó. Al darse cuenta de ello, decidió ingresar al equipo de baloncesto de su escuela. Cuando jugaba, las personas veían que podía jugar, que podía llevarse bien con el equipo y se quedaban atónitas ante cómo Ricardo, quien no podía escuchar al árbitro o al entrenador gritar las jugadas, reaccionaba durante el torneo. Se preguntaban cómo era posible que él, siendo sordo profundo, pudiera seguir el juego.

A pesar de que en la escuela Ricardo tuvo problemas para comunicarse porque no tenía intérpretes y era el único sordo, esto no le detuvo en buscar nuevas fronteras donde poder desempeñarse y aprender. Entonces, se trasladó a Nueva York para estudiar dos grados asociados en la Universidad de Rochester: uno en administración de empresas y otro, de impresor.

“Decidí ir a Nueva York para seguir aprendiendo el lenguaje de señas porque en Puerto Rico no me lo permitían. Allá seguí jugando baloncesto y las personas nuevamente no podían creer que podía jugar tan bien”, dice la intérprete, la voz de Ricardo durante toda la entrevista.

Más tarde, Ricardo regresó a Puerto Rico porque extrañaba su isla y no pasó mucho tiempo para que el deporte comenzara a llamarle nuevamente. Formó un equipo de jugadores sordos con él como el entrenador: reclutó a jugadores de diferentes pueblos de Puerto Rico y nació Deportes de Sordos de Puerto Rico. Esto lo hizo sentirse útil y orgulloso porque “lo que queremos lo podemos lograr, podemos hacer lo que nos proponemos”.

Al poco tiempo se enamoró y se casó. Durante esta época, dejó el deporte para dedicarse a su familia y llegó Zairi Mercader a su vida, que aparece con él en la foto de esta página. Cada vez que Ricardo habla de su hija, sus ojos brillan y no puede evitar sonreír. Ella le ayuda con las cosas del equipo, le hace sentir orgulloso, “es dulce, linda y muy brillante”. Y a su corta edad, ya habla tres idiomas de señas y sabe que quiere ser ginecóloga, porque le gustan los bebés.

Durante una visita de unos amigos sordos suyos de Estados Unidos a Puerto Rico, Ricardo se dio cuenta que podía llevar a su equipo a competir en torneos regionales en Florida. Pero para esto necesitaba dinero para los gastos del viaje y alojamiento, por lo que comenzó a repartir “flyers” y hacer eventos de recaudación para su causa.

Después de mucho trabajo, el equipo pudo viajar para participar en los torneos de baloncesto. “Ganar no importa, lo que importa es la experiencia. Fue bien emocionante”, comenta. Mientras, Ricardo continuaba forjando un sueño que, si recibe apoyo masivo de la comunidad y del Gobierno, podrá lograrse pronto: unas olimpiadas para sordos en la Isla.

Años más tarde de su primer proyecto, Ricardo se dio cuenta que podía fundar otro equipo en otro deporte y se decidió por la pelota. Y su éxito fue tal que Carlos Delgado, otrora primera base para los Mets de Nueva York, brindó fondos para que el equipo de pelota de sordos que formó Ricardo en el 2006 pudiera viajar a Atlanta y competir con la organización Southern Softball Association of the Deaf en el 2008 y en el 2009 participaran de otros torneos en Florida.

De todo esto, Ricardo ha aprendido que las cosas se logran poco a poco y que no todo se puede lograr. Hay frustraciones en la vida, pero su meta es, aparte de las olimpiadas para sordos, lograr que “las personas puedan ver que los sordos podemos”.

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